El día que Vladimir Putin ordenó a sus soldados entrar en Ucrania, Arina había planeado una clase de baile después del trabajo y luego una fiesta. Tres días después, la profesora de inglés estaba haciendo cócteles molotov en un parque.
La encontré agazapada en el suelo con decenas de otras mujeres, rallando pedazos de poliestireno como si fueran queso y desgarrando sábanas en trapos para hacer bombas con botellas caseras.
Escenas como estas son inimaginables para la mayoría en Europa. Antes, eran impensables aquí también.
Pero la ciudad de Dnipró se está preparando ahora para defenderse contra el avance de las tropas rusas.
“Nadie pensó que así sería como pasaríamos el fin de semana, pero parece ser lo único importante que podemos hacer ahora”, me dijo Arina, con la cara y el cabello salpicados con polvo blanco del poliestireno.
“Es bastante aterrador. Creo que realmente no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo; solo necesitamos estar haciendo algo”, dice.
A pocos metros de allí, Elena y Yulia me dijeron que habían dejado a sus hijos con los abuelos para venir a ayudar a fabricar estas armas.
“Quedarme sentada en casa sin hacer nada sería aún más aterrador”, dice Elena, sin parar de trabajar en las bombas ni por un segundo.
Se ríe de que es buena cocinera y de que este proceso no es tan diferente.
“No puedo creer que nos esté pasando esto, pero ¿qué opción tenemos? Nadie nos consultó nada”, dice Elena.
Iniciativa ciudadana
Da la sensación de que toda esta ciudad hubiera entrado en acción.
Los escalones de un salón cercano están repletos de ropa donada, mantas y trigo sarraceno.
Un torrente de personas sigue llegando con más cosas -incluidos gasolina, agua y artículos de tocador- mientras los voluntarios gritan instrucciones sobre dónde dejarlas.