Historiador analizó en el CECUT diario de viaje del siglo XIX a Baja California

* Los apuntes del geólogo y explorador estadounidense William M. Gabb representan “una de las páginas más interesantes y misteriosas” de la península, asegura el investigador Gabriel Fierro Nuño.

Semanario Balún Canán/ TIJUANA, B. C., (SBC).- El diario de viaje que el explorador William M. Gabb escribió en la segunda mitad del siglo XIX al recorrer la península de Baja California, se ha convertido en fuente invaluable de conocimiento historiográfico para reconstruir aspectos de la región, aseguró el historiador Gabriel Fierro Nuño.

Al hablar de este documento en la conferencia mensual Iraís Piñón que organiza el Centro Cultural Tijuana, institución de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, Fierro Nuño calificó al diario de Gabb (1839-1878) como “una de las páginas más interesantes y misteriosas que tenemos de Baja California”.

Durante su charla, titulada “Un paisaje lleno de posibilidades. Impresiones del viajero William Gabb por Baja California en 1867”, el académico del Instituto de Investigaciones Históricas de la UABC describió la ruta del viajero estadounidense: “Tomó un barco de vapor en la bahía de San Francisco, California, en diciembre de 1866 y comenzó su viaje en enero de 1867, para recorrer la península de Sur a Norte, desde la costa de Cabo San Lucas hasta Tijuana”.

Estos viajes de exploración equivalían “muchas veces a explotación o intentos de explotación de los recursos disponibles y se buscaba tener una conectividad marítima con intereses colonialistas, sobre todo en la minería, como una manera de explotar los recursos naturales”, sostuvo.

Fierro Nuño explicó que Gabb nació en Filadelfia en 1839, estudió geología y mineralogía, e inició sus viajes de exploración en 1862 cuando se trasladó a California para estudiar paleontología y grupos indígenas “a los que consideraba fósiles vivientes, en contraposición al hombre blanco europeo al que ve como evolucionado “.

El diario de Gabb, que el ponente localizó en la Universidad de San Diego, California, “aporta datos etnográficos de la población extranjera, los mexicanos y los ‘indios’ que vivían en la península, nombre con que se refiere a los habitantes originarios de la región”, apuntó el expositor.

“No hay una parte de Norteamérica que sea una completa tierra incógnita para el mundo exterior como la península de Baja California”, escribió Gabb, “pero sabemos que las personas y los seres vivos que han habitado aquí por miles o millones de años contradicen esta anotación”, precisó Fierro.

En realidad, de lo que más habla Gabb es de jardines, paraísos y bosques que él encuentra en lo que nosotros llamamos oasis, y en sus escritos no presenta una tierra desértica, sino una llena de posibilidades, con palmeras, cañas y mucha producción de azúcar y pinole.

Gabb menciona también que “hay mucha agua, cuando en realidad los que habitamos esta región sabemos que vivimos en una zona en la que dependemos del río Colorado”, no obstante, “la palabra agua aparece 119 veces en el diario de Gabb, lo que revela aquello que el explorador quiere proyectar a su público y a la compañía que pagó su viaje: que aquí sobra ese recurso vital”.

“Para el explorador estadounidense”, añadió el investigador, “las personas que habitan la península son muy perezosos y no han querido hacer pozos para extraer agua”, pero es cuestión de que lleguen los estadounidenses y se pongan a trabajar con la energía que los caracteriza y podrán hacer uso de este recurso natural indispensable para los afanes colonialistas y explotación de minerales.

La población a la cual se refiere Gabb en su diario de viaje contempla una pluralidad de extranjeros: “ingleses en la minería, chilenos en las lagunas Ojo de Liebre y San Ignacio dedicados a la caza de ballenas que era el recurso más empleado antes de descubrir el petróleo como combustible”.

A lo largo del diario, el explorador insiste en “aumentar la presencia extranjera en Baja California mediante la anexión de la península a los Estados Unidos, hecho que Gabb ve como inevitable para hacer llegar el progreso y la modernidad que, según dice, los moradores desean”, dijo el conferenciante.

Las afirmaciones de Gabb tienen, desde luego, una carga negativa, pues en su visión “los mexicanos son perezosos, en oposición a la laboriosidad de los extranjeros; siempre quieren sacar ventaja de todo, le quieren vender una mula por un precio mayor al que vale”, pero el catedrático encuentra que el explorador se contradice, ya que también sitúa a los mexicanos “trabajando en las conchas, cazando ballenas, y a una gran cantidad de gente que cultiva naranja y la exporta a San Francisco, California”.

Los pueblos originarios parecen no ser relevantes para Gabb en la primera parte de su viaje, pero “cuando llega a la Misión de San Francisco de Borja habla de un tal Pedro, un indio cochimí orgulloso de su linaje, y es ahí donde levanta un vocabulario cochimí que después entregó al Instituto Smithsoniano, mismo que fue publicado después por una revista alemana a finales del siglo XIX”, puntualizó Fierro.

Al margen de los comentarios que Gabb escribió al referirse a la población nativa, en la actualidad su diario se está revalorando como “fuente historiográfica, junto con toda la literatura de viajeros a la región”, expresó el historiador.

Finalmente, y dado que esta ciudad prácticamente era un rancho conocido como Tía Juana, William M. Gabb no hace referencia a ella, “solo habla de la frontier, una zona de contacto cultural entre barbarie y civilización, pero al llegar a lo que hoy es Tijuana cambia al vocablo border, refiriendo ya una línea geográfica que identifica con la mojonera y menciona el rancho La Punta, en el área de Palomar, donde dice que por fin llegó a San Diego”.

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