El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta ya en sus salas el resultado de la restauración y estudio técnico de una de las obras más emblemáticas de su colección: Santa Catalina de Alejandría, de Caravaggio.
Tras su paso por el taller, el cuadro se expone en la sala 11 en un montaje expositivo a cargo del Área de Restauración y todo el proceso podrá verse hasta el 26 de junio del próximo año.
La muestra incluye imágenes radiográficas y de infrarrojos que ilustran los aspectos más interesantes del trabajo realizado, explican la metodología utilizada y ponen de manifiesto la excelente calidad de la obra.
Imagen fiel de una de las modelos habituales de Caravaggio, Santa Catalina de Alejandría (hacia 1598-1599) es una representación atemporal de la belleza en la línea de la mejor tradición del retrato.
En lugar de presentarse en trance místico, la santa está girada hacia el espectador, con el que establece una comunicación directa y al que dirige una mirada de complicidad.
Fillide Melandroni era una joven cortesana, cercana al círculo del artista, que aparece ataviada con indumentaria de la época.
De esta manera, viste camisa blanca de manga ancha ligeramente recogida, rematada con una cenefa dorada en el escote, y corpiño, o vestido completo, de color pardo violáceo, adornado en los tirantes y en la parte delantera con galones más anchos de hilo dorado.
La santa se arrodilla sobre un cojín rojo adamascado y se inclina hacia el costado derecho apoyándose en la rueda dentada, símbolo de su martirio, de cuyo eje, bajo su codo, cuelga un paño azul de gran riqueza y considerable peso y grosor.
Luce una melena de tonalidades rojizas, en parte suelta sobre los hombros y en parte recogida a la altura de la nuca.
En las manos sujeta con delicadeza una espada cuya hoja está teñida de rojo en su extremo inferior, en alusión a la sangre derramada o, quizás, un posible reflejo del cojín sobre el que la figura está reclinada.
Entre los elementos iconográficos asociados a la santidad y al martirio, una palma que se cruza con el extremo inferior de la espada, simulando, por un efecto ilusionista, una guadaña y, sobre la cabeza de la santa, un nimbo dorado aplicado con oro sobre el fondo oscuro.
La iluminación directa sobre la joven deja en penumbra el resto de la escena, acentuando la sensación de claroscuro y potenciando de manera abrumadora su presencia.
Los blancos de la camisa y las carnaciones pálidas se recortan sobre el fondo, creando un efecto tridimensional.
Dicho efecto fue repetido en numerosas ocasiones por el pintor y supuso una innovación técnica imitada por infinidad de artistas contemporáneos suyos y de sucesivas generaciones.
Consciente del interés que suscita este tipo de intervenciones, la pincacoteca busca con esta instalación acercar al público los métodos de trabajo de los restauradores, imprescindibles para determinar los tratamientos adecuados en cada caso y fuente importante de información para la historia del arte.
El conocimiento de las técnicas y de los materiales empleados por los artistas es fundamental para poder concretar los procesos encaminados a detener el deterioro de la obra de arte.
Penetrar en los aspectos más íntimos del trabajo de creación permite además que el visitante pueda adentrarse en la mente del artista y en su época y comprender, con argumentos más fundamentados, el hecho creativo y su contexto.