Continúa en la Cámara de Diputados el curso sobre la obra de Franz Kafka, a 100 años de su fallecimiento

* Fue viajero, con gran capacidad de asombro, de curiosidad, excelente nadador y con una imaginación desatada

Semanario Balún Canán/ Ciudad de México, (SBC).- Al continuar el segundo día del curso: “La metamorfosis de un proceso”, segunda parte, acerca de la obra de Franz Kafka a 100 años de su fallecimiento, organizado por la Dirección de Bibliotecas de la Cámara de Diputados, el catedrático Erick Jafeet señaló que a este escritor le gustaba pensar y sentir, pero no tuvo ningún tropiezo existencial, quizá no sentía ira, rencor o resentimiento; sin embargo, sentía culpa por su imposibilidad por no poder escribir de un solo “tirón”.

Por ello, dijo, Kafka no es lo que hizo, sino lo que dicen que fue, y uno de sus tópicos es que se sentía fracasado, con una personalidad fuera de serie, por eso la mayoría de sus críticos y biógrafos lo han calificado como débil, atormentado, siniestro y oscuro, lo que evidencia una ironía negativa que lo persigue y que ha perdurado.

Sin embargo, siempre buscó la verdad y la perfección, lo que ninguno de los escritores actuales hace. Franz Kafka fue viajero, con gran capacidad de asombro, de curiosidad, excelente nadador, con una imaginación desatada, atractivo, ágil, bien vestido, fuerte, posó desnudo para un pintor, y hasta el último día de su vida, en su lecho mortuorio, escribió el último cuento.

Esto lleva a pensar, que su obstinación literaria rindió frutos; de ahí que hasta el día de hoy su obra es indestructible y por ello no se debe caer en las provocaciones de sus críticos que, con base en una lectura superficial de su diario, resaltan sus debilidades kafkianas.

Lo que sí resalta, añadió Jafeet, es la culpa que sentía porque algunos aspectos de su vida no se consolidaban como quería. Hasta el momento no existe ningún otro escritor que tenga encima a tantos biógrafos o autores haciéndoles series, películas y obras de teatro.

Precisó que Kafka se define a sí mismo como un hombre enfermo, débil, insociable, taciturno, triste, rígido, osco, egoísta, hipocondriaco, auténticamente enfermizo, casi desprovisto de toda esperanza y, en el fondo, afirmaba que no lamentaba nada de esto, pues “es el reflejo terrenal de una necesidad superior”.

Por ello, concluyó, a simple vista se podría decir pobre hombre, cuantas cosas tenía, pero se justifica si se considera que el escritor quería una vida pura y buscaba la verdad, por lo que su espiritualidad era muy fuerte, aunque vivía en su lenguaje, en su arte y en muchos de sus estados inexplicables; su vida personal tiene una culpabilidad existencial inextirpable.

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