La identidad cubana es algo que también va de la mano en el estudio de estos dos poetas que formaron parte de un mismo colectivo y que comparten la misma cultura y contexto histórico. Con una mirada siempre cambiante pues se vieron inmersos en un proceso social y político que marcó su pensamiento y por ende su literatura.
Es claro que la escritura de lo cubano se podría generalizar dejándolo en la manifestación peculiar que el hombre cubano ha hecho, sin embargo, dentro de todo el bagaje de literatura creado existen valores internacionales de moda que no provienen del devenir histórico.
El tema no es un arte meramente nacional, sino un proceso de aprehensión en el que los artistas: poetas, bailarines, escultores, etc, se perdieron para resurgir después de la locura que abrazaba a su país.
La expresión de ‘Lo cubano’ más bien se reduce a una manera de ser, una forma de expresión, una actitud presente en la creación artística. La danza fue un tema recurrente en esos años en el que de la mano de Alicia Alonso el ballet se encargaría en poner en alto el nombre del país.
En la poética de García Marruz se distinguen poemas puramente líricos y otros con un tinte de crítica, exponiendo su visión propia del mundo. Un espacio en el que la poetisa se encarga de unir ambos parámetros. Su estilo lo podemos encontrar en la sencillez aparente de su lenguaje y la intensidad poética de su pensamiento, de ahí que a veces su poesía a veces pueda parecer acogedora y al mismo tiempo abrumante.
El centro es entonces como arranque del movimiento, punto en que García Marruz se sitúa para darle lugar a sus palabras y donde, sin prejuicios, y sin saberse experta en el área intenta experimentar desde su trinchera: las letras, el ímpetu de un arte fluido como lo es la danza.