* Por Francisco Ruiz
Semanario Balún Canán/ Tijuana BC (SBC).– La Ciudad de México, como en cada ocasión que aterrizo, me recibe de mil maravillas, con nuevas anécdotas y vivencias que hacen enamorarme cada vez más de ella.
Mi estancia en la capital durante la semana pasada fue una mezcla de trabajo y placer. Estrés y diversión. Enseñanza y aprendizaje. Estoy convencido de que los viajes ilustran, por ello, me aventuré a volar junto a varios de mis estudiantes, futuros comunicólogos y publirrelacionistas. Desde las pirámides de Teotihuacán hasta la otrora Residencia Oficial Los Pinos; sin omitir la obligada visita al Castillo de Chapultepec ni el tradicional paseo en las trajineras de Xochimilco. Se trató de una experiencia muy rica, con bemoles, pero, finalmente, dichosa y enriquecedora.
Mención especial merece nuestra asistencia a la conferencia de prensa que el presidente López Obrador ofrece cada mañana. Es digno de reconocer el amable trato del personal y auxiliares oficiales; sin embargo, he de confesar que fue la primera “mañanera” que escuché y observé de principio a fin. Me impresionó el talento de Andrés Manuel para divagar, evadir y distraer, además de (literalmente) arrullar a los asistentes. El mandatario utilizó una hora de nuestro preciado tiempo para responder, ¡una sola pregunta! El extenuante y tedioso ejercicio nos dejó agotados; en cambio, el presidente se retiró radiante, con una gran sonrisa y lleno de energía. Pareciera que, como dicen algunas personas, nos “drenó”.
Luego, el periódico de mayor circulación a nivel nacional abrió sus puertas especialmente para nosotros. Así mismo, recorrimos la Cámara Alta gracias a la hospitalidad de la senadora Alejandra León, a quien reitero mi gratitud por sus amables gestiones. La visita nos permitió conocer, reconocer y saludar a varios legisladores, así como constatar que, de los tres senadores por Baja California, el único que no se dignó a ir a trabajar fue el exgobernador efímero, Jaime Bonilla. Tanto “quiere” a su curul, que ni siquiera la va a calentar. Ahora sí que, como en el béisbol: no picha, cacha ni deja batear. Un senador que está por el fuero, aunque debería de estar afuera.
Algo que me resultó sumamente indignante, fue la terrible labor de las diversas instituciones que componen la Secretaría de Cultura federal, encabezada por Alejandra Fraustro. El “Complejo Cultural” Los Pinos, además de lucir descuidado, es mal aprovechado y casi vandalizado. En él, exhiben piezas que, aunque poseen un gran valor artístico, no son las más adecuadas para exponerse en un lugar donde tomaron decisiones trascendentales para la vida política de México. De las oficinas de Díaz Ordaz, Echeverría y Peña Nieto, nada queda. Por lo que, en todo caso, como el Castillo de Chapultepec, “Los Pinos” deberían dedicarse a rescatar y preservar la historia moderna de nuestro país. Un museo dedicado a la democracia, actividad gubernamental y quehacer público. Mientras tanto, en el Museo Nacional de Antropología instalaron una especie de “tianguis”, “ambientado” por el estruendo de músicos locales que impedían concentrarnos durante nuestro recorrido. Por lo tanto, no pudimos admirar el esplendor del edificio diseñado por Pedro Ramírez Vázquez, ni su emblemático paraguas (fuente), dado que no estaba funcionando.
Días atrás, durante la Feria Internacional del Libro de Monterrey, la escritora Elena Poniatowska declaró: “(El presidente) No ha hecho nada de lo que esperábamos por la cultura. No se ha ocupado de la cultura (…) Es una pérdida, yo creo, y un error”. Estoy totalmente de acuerdo con Elenita. Por ello, a través de estas líneas, me sumo al reclamo de la autora de “La noche de Tlatelolco” (1971), y hago una denuncia pública contra la pésima administración del Gobierno Federal en materia cultural, incluyendo las sedes fuera de la ciudad de los palacios. Es una lástima, irresponsabilidad y desatino. La actual administración federal es un atentado cultural mexicano.