Algo le está pasando a nuestro Sol. El 11 de julio, una de las regiones de la atmósfera solar que muestra manchas llamó la atención de los observatorios debido a un aumento repentino de su brillo ultravioleta y de rayos X.
En ese momento, el fenómeno afectó a radioaficionados ubicados a ambos lados del Océano Pacífico, que vieron interrumpidas temporalmente sus transmisiones.
Había ocurrido una llamarada solar. Es decir, una emisión repentina de radiación electromagnética y partículas de energía ubicadas en una pequeña región de la atmósfera solar. En esa región los campos magnéticos son especialmente fuertes y complejos.
Muchas veces, una llamarada solar precede a un evento mucho más impresionante. El mismo campo magnético que generó la explosión se retuerce bajo la superficie del Sol, arrastrando enormes cantidades de plasma solar hacia el exterior y, como un cañón, lo lanza a altas velocidades al espacio.
Esta es una eyección de masa coronal. A diferencia de la radiación de una erupción ordinaria (que golpea la Tierra a la velocidad de la luz, alrededor de 8 minutos), las eyecciones de masa coronal están compuestas por partículas que se mueven a una velocidad determinada.