La semana anterior se conmemoró el Día nacional de la libertad de expresión, motivo por el cual me atrevo a dedicar esta columna a ello. La libertad de expresión es un principio que apoya la libertad de un individuo o un colectivo de articular sus opiniones e ideas sin temor a represalias, censura o sanción posterior.
La importancia que tiene una libertad de prensa ayuda a fortalecer un verdadero estado democrático. El libre ejercicio periodístico fortalece a una sociedad bien informada, la prepara para tomar mejores decisiones, y le propone distintos enfoques.
Los asesinatos de periodistas en estos días, nos muestran que un país que no pueda garantizar el derecho a la libertad de expresión, está condenado a mediano y largo plazo a sucumbir en su propia violencia, impunidad. La libertad de expresión es un derecho humano fundamental y forma parte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en virtud del artículo 19.
Sin libertad de prensa, simplemente no habría posibilidad de crecimiento, desarrollo y espíritu crítico por parte de los ciudadanos ni de las instituciones del estado. Desde el 2000 a la fecha en México han sido asesinados 153 periodistas, es un hecho que los últimos tres casos de periodistas asesinados: Lourdes Maldonado, Margarito Martínez y José Luis Gamboa, evidencian la cruda realidad de violencia e impunidad que habitamos en estos tiempos, dónde nos guste o no, la falta y falla de mecanismos y compromisos reales que garanticen el ejercicio de libre expresión en México.
Falta mucho por hacer para llegar a un estado, como dictan nuestros Derechos Humanos, libre de expresión y protegido de cualquier acto de violencia que quiera evitarlo.