El papa Francisco criticó el sábado a los católicos que, apegados a las versiones antiguas de la liturgia como la misa en latín, han creado un campo de batalla ideológico alrededor del tema, y censuró lo que describió como una división en la iglesia inspirada por el diablo.
Francisco llevó la batalla de su papado contra los tradicionalistas, cuyos miembros prominentes incluyen cardenales ultraconservadores que se han resistido las restricciones, impuestas el año pasado por el Vaticano, de celebrar misa en latín en la Basílica de San Pedro y, de forma más general, durante años han denigrado las reformas de modernización del Concilio Vaticano II en la década de 1960.
En un discurso en el Vaticano a profesores y estudiantes del Pontificio Instituto Litúrgico, Francisco dijo que no es posible adorar a Dios mientras se usa la liturgia como un “campo de batalla” para cuestiones no esenciales que dividen a la iglesia.
Francisco ha dejado en claro que prefiere que la misa se celebre en idiomas locales y que los sacerdotes estén de frente a la congregación, en lugar de dar la espalda a los feligreses. Así se celebraba la misa antes de las revolucionarias reformas del Concilio Vaticano, hace más de un siglo, cuyo objetivo era que la feligresía católica se sintiera más conectada con las celebraciones litúrgicas.
La vida litúrgica, y su estudio, debe “conducir a una mayor unidad eclesial, no a la división”, dijo el papa a los asistentes. “Cuando la vida litúrgica es un poco la bandera de la división, está el olor del diablo allí, inmediatamente. El engañador”.
“No es posible adorar a Dios y, al mismo tiempo, hacer de la liturgia un campo de batalla por cuestiones que no son esenciales”, agregó Francisco.
El año pasado, dos reconocidos cardenales cuestionaron la legitimidad de un decreto del Vaticano que restringe la celebración de la misa en latín en la Basílica de San Pedro y prohíbe misas privadas en sus capillas internas.
Dichos tradicionalistas han expresado abiertamente su hostilidad hacia Francisco. El retirado jefe de la oficina de ortodoxia doctrinal del Vaticano, el cardenal alemán Gerhard Mueller, sostuvo que nadie estaba obligado a cumplir con el decreto. El cardenal de estadounidense Raymond Burke, a quien a principios de su papado Francisco quitó de un puesto del Vaticano, pidió que el decreto fuera eliminado.
El sábado, Francisco dijo a su audiencia que “toda reforma crea resistencias”. Y recordó que, cuando era joven, el papa Pío XII permitió que los feligreses tomaran agua antes de recibir la comunión y que eso escandalizó a opositores.