CRÓNICA: AMLO, los gritones y el perro “Paco”

Por Manuel Villegas

TIJUANA, B. C., (SBC).- En pleno junio los vendedores hicieron su agosto. Cientos aprovecharon la presencia del presidente Andrés Manuel López Obrador en Tijuana para ofrecer la parafernalia de la Cuarta Transformación.
Transformaron las banquetas de avenida Constitución y “La Revu”, de las calles Primera a la Sexta, en una guinda romería, donde vendedores de acento achilangado ofrecían “me canso gansos” impresos en mantas y camisetas; playeras, sombreros y cachuchas de Morena; muñecos del “Peje” en 50 y 80 pesos, almohadas de AMLO en cien. Para los bolsillos más castigados había llaveros en 25 pesos. Pásele, llévele, todo bara, bara.
“¿Usté es periodista, oiga?”, pregunta a mi costado un hombre delgado de hirsuta barba, mientras videograbo. Apenas le iba a contestar cuando agrega que “está mal esta cosa”, y que para vender se requiere de permiso. Es un buen tema, respondería, cuando otro aún mejor me distrajo: A pocos metros había gritos y empujones.
Justo a las seis de la tarde en la calle Tercera y Constitución, con pancartas, un reducido grupo de jóvenes liderados por un joven blanco y delgado de cabeza rapada casi al ras, exhibían mensajes como “AMLO pelele de Trump”, entre otras leyendas contra el presidente y sus invitados, mientras gritaban consignas contra la recientemente anunciada política migratoria mexicana, utilizando un altavoz.
Poco duraron las cartulinas en sus manos. Decenas de asistentes al acto, enardecidos, se las arrebataron.
En las pantallas gigantes, el presidente del Congreso de la Unión, Porfirio Muñoz Ledo, y el padre Alejandro Solalinde, hacían enérgicos llamados a la unidad y a la dignidad de los pueblos, pero nadie les hacía caso en este punto de la zona Centro.
“Este es un acto tranquilo, cultural, de armonía”, decía un hombre moreno de bigote, gorras y lentes, a quien protestaba, mientras armónicamente les llovían las cartulinas en pedacitos. A dos pasos, otro hombre menos conciliador amenazaba a un segundo manifestante también rapado. “Te me vas de aquí pero así, ¿estamos?, ¿estamos?, porque yo si te rompo tu madre”, le espetó sin diplomacia.
Pasaban los minutos y los ánimos no se tranquilizaban, pese a la fuerte presencia policiaca en el sitio. “¡Fuera, fuera gringos!”, les gritaban los simpatizantes morenistas. A menos de 30 metros estaba un grupo de militares en dos unidades y una ambulancia. “¡Fuera los traidores a la patria!”, proseguían. Pero ninguna autoridad intervino y los gritos y amenazas subían de nivel.
Diez minutos de jaloneos después, un músico callejero inició con los acordes de “La Bamba” en su guitarra, y a él se sumaron otros dos. Poco a poco los ánimos se fueron calmando. Los que gritan y los que empujan se tranquilizaron. “Ay, arriba y arriba, por ti seré”, cantaba el trío, y se demostró que la música calma a las fieras, como reza el antiguo refrán.
Documentaron en video lo ocurrido una decena de periodistas locales, nacionales y extranjeros. Trepado en barras de metal -para ver mejor- vi a Rogelio Lavenant, vocero del gobernador electo de Morena, Jaime Bonilla; además del ex diputado local Roberto Dávalos, quien estaba listo para alejarse para no ser arrollado en su silla de ruedas, en caso de que los ánimos se caldearan.
Cuando el grupo se dispersó, los asistentes pusieron mayor atención a los mensajes oficiales del denominado “Acto de Unidad en Defensa de la Dignidad del Pueblo de México y a Favor de la Amistad con el Pueblo de los Estados Unidos”.

Aplausos y vivas; gritos y reclamos
Una vez tranquilizados los gritones, luego vinieron los aplausos, vivas y porras para el mensaje central del acto a cargo del presidente López Obrador, quien durante poco más de media hora habló de migración, sociedad, economía y relaciones exteriores, además de citar lo ocurrido con su homólogo Donald Trump, quien anunció y después dio marcha atrás a un pretendido aumento de aranceles a la importación de productos mexicanos en suelo estadounidense.
Para no perder detalle del acto y avanzar más cerca del estrado, me abrí paso siguiendo a un adulto mayor que traía un chaleco color caqui con las letras “Servidor de la Nación”. Sí me sirvió. Llegué hasta el interior de la tienda Calimax justo en la esquina de la Segunda, y tuve al presidente de espaldas mientras leía y hablaba.
“México es mucha pieza”, afirmó el tabasqueño en su discurso, entre otras frases que fueron coreadas y aplaudidas por sus seguidores e invitados, entre ellos el gobernador Francisco “Kiko” Vega -que fue objeto de duras rechiflas y bullying-, cerca de una veintena de mandatarios estatales, legisladores federales y otros muchos reunidos en el crucero frente a la Plaza Santa Cecilia.
Al finalizar el acto político, por la experiencia de muchos años en este tipo de eventos, para ver mejor di vuelta una cuadra detrás del escenario, por la Catedral y luego hacia la calle Primera, esquivando a decenas de guaruras y policías, y tuve oportunidad de observar la graciosa huida de gobernadores, secretarios de Estado, diputados, senadores, y del propio presidente de México.
Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de gobierno de la Ciudad de México, estaba notoriamente emocionada de ver a tanta gente que la reconocía y le pedía retratarse junto a ella. Marcelo Ebrard, titular de Relaciones Exteriores, al caminar era ovacionado hasta el cansancio. “Muy bien, Marcelo”, le decían. “Tú eres el próximo”, gritó otro. “Te dejé un folder en tu oficina”, le recordó alguien más, quizás alguien que busca una chamba.
Detrás vi a Olga Sánchez Cordero, Secretaria de Gobernación, de blanca y ensortijada cabellera, quien muy atenta respondió algunas preguntas. Luego se acercó el gobernador neoleonés Jaime Rodríguez “El Bronco”, quien aceptó una breve entrevista mientras algunos tijuanenses le pedían tomarse fotografías y selfies.
“Allí estaba un rata, Bronco, Alejandro Murat, y no le cortaste la mano”, le soltó un gritón, en referencia al gobernador de Oaxaca, presente en el acto. “No traía mi serrucho”, respondió el ex candidato presidencial, sin pensarlo demasiado.
Se acerca “Kiko” Vega y los gritones aumentan los decibeles. El gobernador bajacaliforniano sonríe y reparte saludos mientras avanza a su vehículo junto con su secretario general de gobierno Francisco Rueda; su director de comunicación Raúl Reynoso, con los ojos muy abiertos; y su inseparable escolta Ulises Díaz, quien lo impulsaba poniéndole una mano en la espalda.
Pese a los insultos y reclamos de fondo, el mandatario bajacaliforniano acepta una entrevista donde habla de la coordinación institucional, su relación de respeto al presidente y el apoyo de su gobierno a las políticas públicas en materia de migración. A su comitiva le avisan que va a retirarse López Obrador y aceleran el paso para retirarse.
Se acerca López Obrador en una camioneta oscura, y la historia se repite, como en campaña. Decenas de hombres y mujeres rodean la unidad, arañan y golpean los cristales, y quieren ser escuchados y observados por el presidente, quien viaja de copiloto. Hubo una mujer que se pegó al cristal y sus mejillas resbalaron como las de un niño en el aparador de una dulcería, escena que hizo sonreír al mmandatario.
“Ese viejo sí vale la pena. Es un honor estar con Obrador. Vamos a cuidarlo, yo lo voy cuidando”, asegura un espontáneo pegado a la ventana del conductor, mientras un grupo de escoltas que corren adelante de la unidad advierte a la gente que se aleje un poco para no ser lastimados con las llantas.
En el semáforo de la calle Primera y avenida Constitución, un Husky blanco a bordo de un auto rojo deportivo es detenido por agentes municipales. Los policías dan paso a la comitiva presidencial.
Se llama “Paco”, dice su dueño y conductor, un joven elegantemente vestido, de gorra negra y lentes oscuros de patitas doradas; quien me presume a su perro lobo siberiano, un can albo y bien portado que viaja en el asiento del copiloto.
Los vehículos que escoltan a López Obrador dan vuelta a la derecha allá a lo lejos, por la calle Baja California en la zona de tolerancia, seguidos por una ambulancia del ISSSTE, un motociclista de tránsito y muchas personas corriendo, y el acto político en Tijuana lo considero concluido.

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