Por Francisco Ruiz
Tijuana, B. C., (SBC).- La independencia de las Trece Colonias, declarada en 1776, es considerada como una de las causas exógenas que potencializaron las ansías del movimiento libertario en la Nueva España. Una vez constituido, el Primer Imperio Mexicano estableció relaciones diplomáticas con Estados Unidos a partir de 1822.
En 1836, Antonio López de Santa Ana reconoció la independencia de Texas. Diez años después, comenzaría el conflicto bélico entre ambos países, desencadenando la emblemática Batalla de Chapultepec y en la cual fallecieran heroicamente los “Niños Héroes”. La intervención estadounidense culminó con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo.
Otra importante etapa de la relación México-Estados Unidos ocurrió durante la administración del licenciado Benito Juárez. El polémico Tratado McLane-Ocampo, es el más emblemático acontecimiento de dicho periodo; un oprobioso acuerdo que, para fortuna de las generaciones posteriores, careció de validez alguna al no ser ratificado. Se trato de un desliz del político oaxaqueño, un enorme riesgo que decidió correr a efecto de mantener la supervivencia de su proyecto.
El primer encuentro oficial entre los Jefes de Estado de los países vecinos sucedió en 1909, cuando los presidente Díaz y Taft se reunieron en las inmediaciones de la frontera Juárez-El Paso. Los encontronazos políticos entre México y Estados Unidos se intensificaron debido a la desconfianza que propiciaba la inestabilidad generada con los movimientos armados. De ahí que el “Incidente de Tampico” contribuyera a la caída de Victoriano Huerta.
La Doctrina Carranza fue una de las grandes aportaciones del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, ya que mediante dicho posicionamiento se establecieron las ideas fundamentales de la política exterior mexicana que a la fecha prevalecen en el artículo 89 de nuestra Carta Magna. La nueva política exterior estuvo enmarcada en la celebración de los Tratados de Bucareli y la Doctrina Estrada, sin embargo fue hasta el sexenio de Carlos Salinas cuando se delineó constitucionalmente. Es a partir de las negociaciones del TLCAN que la relación entre el Estado Mexicano y la Unión Americana, transmuta de una modesta relación de vecinos a una sociedad comercial que incluyó a Canadá.
Ha transcurrido casi un cuarto de siglo de una relación con visibles altibajos y contrastes, oportunidades e inequidades, desarrollo e imposiciones. Hay mucho por escribir al respecto, desde lo antiguo hasta lo moderno, de lo superfluo a lo humano, de lo material a lo cultural; sin embargo, al reflexionar sobre la cronología de la relación gubernamental que une a los representantes de ambos pueblos, es obvio y lastimoso cuán recurrente es la desazón. México y Estados Unidos somos vecinos y hasta este momento socios, pero lamentablemente, no hemos logrado ser amigos.
En lo que respecta al título de este texto, cabe aclarar que el propósito es meramente enunciativo, pues se refiere a la composición territorial de ambos lados de la frontera: seis entidades mexicanas y cuatro estadounidenses, quienes colindan en espacio pero distan de la confraternidad.
Post Scriptum.- “Dos amigos no se quieren de la misma manera: hay uno que besa y otro que no hace más que tender la mejilla”, A. de la Tour Chambly.
* El autor es maestrando en Comunicación Estratégica para Gobiernos e Instituciones. Contacto: @fcoruhe oteroymestas@gmail.com.