Por Francisco Ruiz
Tijuana, B. C. (SBC).- El 24 de febrero de 1821, en el marco de la promulgación del Plan de Iguala, nace la Bandera Trigarante (Religión, independencia y unión), la cual condujo al ejército libertador a la consumación de la Independencia de México. La emblemática fecha fue adoptada por Lázaro Cárdenas en 1940, para declarar el 24 de febrero como el Día de la Bandera. Actualmente, nuestra bandera es reconocida como una de las más bellas en el mundo, por lo que dedicar un día para rendirle un homenaje, más que un deber es un privilegio.
La enseña nacional es el símbolo de nuestra soberanía e identidad nacional por excelencia; así, desde la creación del Ministerio de Relaciones Exteriores e Interiores (1824), el cuerpo diplomático mexicano ha pugnado por su defensa y por la promoción de sus riquezas. Dicha dependencia cobró particular sentido ya que su objetivo prioritario fue lograr la legitimidad de la recién creada República Mexicana.
Posteriormente, una serie de altibajos definieron la política internacional de México durante el siglo XIX. La mayoría de ellos tuvieron repercusiones poco benéficas para nuestro país. Entre la incipiente diplomacia mexicana destacan los Tratados de Velasco (1836), Santa María-Calatrava (1836), De los Pasteles (1939), Guadalupe-Hidalgo (1848), La Mesilla (1853), McLane-Ocampo (1859), De la Soledad (1862) y De Miramar (1864).
Fue durante la primera etapa del Porfiriato, cuando las relaciones de México con el exterior se intensificaron y comenzaron a ofrecer mejores resultados, ya que era imprescindible el reconocimiento internacional sobre la administración de Díaz. Pareciera una ironía la recurrente necesidad de ser reconocidos como un Estado legítimo por el extranjero, sin embargo recordemos que se trató de casi un siglo de inestabilidad total.
La transición entre el siglo XIX y XX enmarcó el inicio de una nueva etapa en la labor diplomática. Porfirio Díaz fue más allá del reconocimiento y promovió un contexto favorable para la inversión extranjera y la cooperación internacional. En 1910, con motivo de la celebración del Centenario del inicio de la Independencia de México, Porfirio recibió a decenas de emisarios de Alemania, Bélgica, Brasil, Chile, Colombia, España, Estados Unidos, entre otros; quienes atestiguaron el gran paso que había dado México hacia la paz y modernidad, a partir de las dos recientes administraciones.
Durante el mandato de Manuel González -quien además de ser compadre de don Porfirio, fue su sucesor y antecesor entre 1880 y 1884-, reanudó las relaciones diplomáticas con Reino Unido y Francia, además se lograron grandes adelantos en materia de energía y comunicaciones pues con él, apareció la energía eléctrica en la Ciudad de México, creó el Ferrocarril Mexicano y concesionó la primera red de telégrafos.
Más tarde, México fue el primer país del conteniente en dar la bienvenida a la industria cinematográfica que había sido creada por los hermanos Lumiére en Francia; así, Porfirio se convertiría en el primer actor de México con la grabación de su cabalgata en el bosque de Chapultepec.
Post Scriptum.- “La bandera es la encarnación, no del sentimiento, sino de la historia”, Woodrow Wilson.
* El autor es maestrando en Comunicación Estratégica para Gobiernos e Instituciones. Contacto: @fcoruhe oteroymestas@gmail.com.