Claves de 2018

Para dimensionar la importancia de 2018 quitemos protagonismo a los candidatos y centrémonos en la armazón sistémica.

Las encuestas de opinión son pronósticos iniciales. En las tres últimas elecciones presidenciales fue hasta abril o mayo cuando se estabilizaron las intenciones del voto, que se verán afectadas por las siguientes variables.

Compra y coacción del voto. Sabemos que existe pero desconocemos su magnitud. Jorge Domínguez, de la Universidad de Harvard, estima que en 2012 se vio expuesto a este fenómeno hasta 21 por ciento del electorado y Alberto Serdán, de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, revisó los presupuestos y el dinero circulante entre 1990 y 2014; encontró que en el primer semestre de los años electorales se triplica el gasto público federal y se dispara la cantidad del dinero circulante. En 2018 tal vez llegue a intensidades poco conocidas por los indicios de que está en curso una elección de Estado.

Tampoco sabemos lo suficiente sobre el crimen organizado y las urnas. Según una investigación del Instituto Nacional Electoral en los comicios federales de 2015, 19 por ciento de las secciones eran de “Atención especial” por la inseguridad. En 2018, ¿crecerá, disminuirá o se mantendrá?, ¿a quién beneficiará?, ¿explicará esa importancia numérica la propuesta de Andrés Manuel López Obrador de amnistiar a los peones y dialogar con los capos del narco?

Si sumamos las estimaciones sobre efecto de compra y coacción e inseguridad, hasta 40 por ciento del electorado podría verse afectado en 2018. Pese a ello, ni el INE ni los partidos y mucho menos los gobiernos toman medidas para entender y corregir las distorsiones. Ya se acostumbraron a vivir en el lodo, el miedo y la ignorancia.

Hay otras variables afectando la elección. Por ahora sólo las enumero: 1) para el profesor de El Colegio de México Reynaldo Ortega, un factor importante será la solidez de las estructuras partidistas; 2) ha disminuido la influencia de las grandes televisoras; 3) ha crecido la importancia de las redes sociales y su posible manipulación, en 2018 son usadas por 70 millones de mexicanos; 4) tampoco sabemos la incidencia de las candidaturas “independientes”, por ejemplo, la presencia en la boleta de Margarita Zavala puede afectar a Ricardo Anaya; y 5) el peso de alguna ocurrencia de Donald Trump o la aprobación o rechazo del Tratado de Libre Comercio.

Pese a la incertidumbre me detengo en la creencia de que en esta ocasión Andrés Manuel López Obrador sí se alzará con la victoria y será el próximo presidente. Hay un optimismo o alarmismo exagerado porque se pasan por alto las consecuencias del medio siglo que llevamos queriendo transitar de un régimen autoritario a uno más democrático: 1) hay un deterioro sostenido del sistema político y de los partidos; 2) es obvia la aparición de nuevas fuerzas económicas, políticas, sociales, culturales; y 3) es indudable el peso del factor externo. El presidente mexicano ya no es un monarca sexenal, ha perdido capacidad de maniobra porque el poder se ha fragmentado y repartido entre poderes fácticos e institucionales. López Obrador contribuye al sobrecargar de lastre de corruptos y farsantes a las trajineras de Morena.

Es más sensato moderar las expectativas y ver la ecuación con otro enfoque. La culminación de la transición depende, sobre todo, de los esfuerzos de la sociedad organizada. Por ejemplo, el enfrentamiento entre Chihuahua y Hacienda es importante porque va al fondo de la corrupción en las elecciones. El tema ya entró en la agenda nacional y el lunes pasado un gran número de organismos civiles encabezados por la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) y Transparencia Mexicana (TM) se lanzaron contra el uso discrecional de los recursos públicos. Estas iniciativas importan porque los partidos, gobiernos y árbitros electorales están en la zona de confort del orden establecido.

Los comicios de 2018 son fundamentales, pero no determinantes. Las verdaderas reformas vendrán por el empuje de la sociedad organizada, es el actor del cual han salido los principales impulsos al cambio desde que iniciara la transición hace 50 años con el Movimiento del 68.

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