JOSÉ LUIS BEATO GONZÁLEZ
Vivimos en un valle único dividido socialmente en dos.
JOSÉ LUIS BEATO GONZÁLEZPERFIL
En la Ciudad de México se dan todas las condiciones para ser la mejor capital del mundo. Está ubicada en un inmenso valle donde el agua debería de sobrar, a una altura de 2, 240 metros sobre el nivel del mar, con un clima tropical de montaña donde la temperatura oscila todo el año entre los 15 y 25 grados, rodeada en gran parte de bosque, con más de 270 días de sol al año, con más de 150 kilómetros de canales en Xochimilco, muchos más que los que tiene Venecia, con maravillosos volcanes y enormes pirámides a menos de cien kilómetros, con una inmensa cantidad de museos, con diversidad de arquitectura que recorre los siglos hasta llegar a los más modernos edificios de Reforma, con una gastronomía sin igual que ofrecen cerca de 50 mil restaurantes, comedores y cafeterías, y sobre todo con una población extrovertida, comunicativa y amable, la CDMX tiene todo lo que puede pedir el turista más exigente.
Desafortunadamente la urbe se ha convertido con el paso de las décadas en una población complicada con un futuro incierto por no decir de difícil viabilidad. La falta de agua, la saturación de contaminantes de la cuenca atmosférica y la falta de infraestructura de transporte y de estacionamiento, hacen que se saturen las calles y autovías, que afectan en gran medida a la calidad de vida de los capitalinos.
En siguientes entregas se analizarán los problemas de la propia vida de la CDMX, como los altos niveles de delincuencia, la corrupción o la pobreza, que deben ser resueltos con una mayor participación ciudadana y mayor compromiso de las autoridades, las cuales deben optimizar el uso del presupuesto y de la base de trabajadores del gobierno.
Volviendo al tema de la infraestructura, tenemos que empezar por analizar la condición de la metrópoli como sociedad de más de 20 millones de personas que comparten un hábitat común dentro de un valle. La realidad actual es que vivimos en un valle único dividido socialmente en dos. No existe diferencia en el ecosistema de una acera a la de enfrente en la frontera de la CDMX y del estado de México pero la situación es muy diferente en cuanto a lo político, económico y social. Son dos ciudades diferentes que funcionan con sus propias leyes, con su propio transporte, con su propia agua, recolección de basura, elementos de seguridad y hasta con sus propias y diferentes formas de corrupción. Una parte ha crecido en servicios mientras que la otra lo ha hecho en vivienda, condición que motiva que las personas deben moverse a diario de una parte hacia la otra.
Mientras que la CDMX se ha mantenido en el entorno de los 9 millones de habitantes censados desde hace treinta años, la zona del estado de México que se encuentra dentro del valle de México ha crecido en su padrón desde los 4,5 millones en 1983 hasta los cerca de 13 millones actuales, es decir ha multiplicado casi por tres su población censada. Y se recalca el concepto de “empadronados o censados” porque millones duermen en uno de los estados pero trabaja, vive y consume en el otro.
La situación que muchos calificamos como caótica ha tendido y sigue tendiendo a complicarse en la medida que no tenemos un plan de ciudad, un programa rector que nos haga visualizar cuál debe ser la urbe que queremos y de la cual podamos sentirnos orgullosos, algo que nunca ha existido y que ha motivado que la urbe creciera sin orden.
En este plan que pudiera ser a 50 años y que pudiera llamarse “La ciudad que queremos para el 2065”, deben confluir los planes de desarrollo urbano, las ZODES (Zonas de Desarrollo Económico y Social) y la vivienda, un gran proyecto de movilidad y de disponibilidad y uso del agua, así como de modernización energética, un plan que debe explotar al máximo las vocaciones de las diferentes zonas, vocación turística, comercial, de servicios, con calles limpias, ordenadas, que de cabida a todos, y de la que todos nos sintamos orgullosos.
Hace dos años por presión social se consiguió que el Gobierno capitalino actual retomara los trabajos del CONDUSE, (Consejo para el Desarrollo Urbano Sustentable) y con la participación de más de 2, 500 actores de más de 800 diferentes organizaciones se presentaron infinidad de propuestas que se recolectaron en los primeros meses del 2016. Estas propuestas aportaron elementos para la elaboración de una visión de la ciudad que todos queremos, pero ya pasó un año y los habitantes de la urbe seguimos esperando a que las autoridades nos entreguen los trabajos ya acabados.
Es necesario que dicho plan sea ampliamente conocido por todos, de modo que aunque hoy no nos guste la ciudad en que habitamos tengamos al menos la esperanza de que algún día será el mejor lugar para vivir.
@JoseLuisBeato